Tipos de estrés y cómo controlarlos
El estrés es uno de los problemas que más afectan a los españoles en su día a día. Un informe reciente publicado por la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el estrés apunta a que el 48% de las mujeres y el 31% de los hombres lo sufren. Las causas que generan esta situación son diversas y apuntan tanto a cuestiones mentales como físicas. Aprender a detectarlo es el primer paso para llevar a cabo las técnicas adecuadas que ayudan a minimizar el riesgo o, incluso, eliminarlo por completo.
La manifestación del estrés en una persona se muestra de varias formas. El cansancio y la falta de energía son síntomas habituales en quien vive bajo una constante situación de tensión, pues las fuerzas mentales y físicas se focalizan en la solución del problema que, lejos de solventarse, se suele agravar. Los dolores de cabeza o incluso problemas digestivos como la diarrea o el estreñimiento pueden ser síntomas de que algo está funcionando mal en nuestro día a día. Dolores en los músculos, como cuello, hombros y mandíbula, también están entre las consecuencias de este problema.
La influencia del trabajo
La relación de una persona con el día a día en el trabajo tiene una influencia directa sobre las posibilidades de sufrir estrés. La mayoría de adultos invierten 40 horas semanales a esta labor, a lo que se suma el tiempo destinado a la movilidad o aquellos aspectos personales que se comparten en el espacio profesional. Un mal momento en el trabajo puede desembocar en «burnout«. Es una de las causas más habituales y hace referencia al desgaste producido por el trabajo. La expresión “estar quemado” explica perfectamente esta situación que puede traducirse en un estrés que tiene consecuencias sobre muchos aspectos de la vida, más allá del ámbito profesional.
La ansiedad es la consecuencia directa de la tensión acumulada. Un alto porcentaje de las personas que sufren estrés lo muestran mediante brotes de ansiedad como respuesta a la sensación de incapacidad para controlar la situación. La capacidad para manejar el estrés mediante técnicas y ejercicios como mindfulness o yoga entre otros, son fundamentales para evitar llegar a la peor situación y, por tanto, mejorar la salud.
Tipos de estrés
Hay dos tipos principales de estrés, cuya definición responde a la intensidad y la prolongación en el tiempo. El estrés agudo es más intenso y dura pocos minutos, incluso hay situaciones que llega y se va en cuestión de segundos. Está presente en muchos momentos del día a día. Si bien tiene consecuencias menos negativas, pues son momentos puntuales, la acumulación continua de este tipo de estrés sí que podría afectar a la persona y presentar síntomas de ansiedad.
El estrés crónico es mucho más duradero, pues se prolonga en el tiempo durante semanas o meses. Las principales causas son sentimentales, económicas o laborales como consecuencia de problemas que no tienen una rápida solución y que suponen una molestia que se produce todos los días. Una relación complicada en el lugar de trabajo, la ruptura con la pareja o una mala inversión son acciones que muchas personas sufren y que pueden desembocar en una situación de estrés.
Relajación muscular y control de la respiración
El estrés se combate mediante técnicas y ejercicios concretos que ayudan a cambiar la sensación interior de una persona. Son actividades que se focalizan en la relajación y que engloban muchas partes del cuerpo. Los profesionales aconsejan realizar ejercicios de relajación, en los que el usuario puede inhalar aire de forma profunda y tranquila, aguantarlo durante unos segundos y expulsarlo lentamente. Es una técnica muy básica de relajación que puede suponer de gran ayuda, especialmente si se repite durante al menos diez veces cada día.
La reducción del estrés también se alcanza mediante ejercicios de relajación muscular que consisten en contraer y relajar diferentes músculos. La fase de contracción dura veinte segundos y da paso a la relajación. Arrugar con fuerza la frente o cerrar los ojos también con alta intensidad, para después soltar, son unos ejemplos. También se aplica el mismo procedimiento en cuello, espalda, pecho, glúteos, estómago, brazos, piernas y pies. El objetivo es aguantar la tensión para después liberarla. Solo se necesitan diez minutos para recorrer todo el cuerpo y la constancia durante cada día es fundamental para conseguir buenos resultados.