Por qué tener hambre varias veces al día podría ser una muy buena señal
El hambre es un fenómeno complejo relacionado con variables fisiológicas, psicológicas y socioculturales. Según la RAE, definimos el «hambre» con la necesidad o las ganas de comer.
Dicho esto, podemos describirlo como algo, a priori, negativo. Y es que las personas que tienen hambre varias veces al día suelen sentirse frustradas al respecto. Más allá de lo que pueda parecer, la sensación de estómago vacío es una señal positiva que indica que el cuerpo ya utilizó el alimento como energía y necesita más. El problema no es tener hambre varias veces al día sino alimentarse de forma nutritiva y no comer por aburrimiento.
El cuerpo tiene dos estados generales cuando se trata del sistema digestivo:
- El estado alimentado: Cuando ingerimos alimentos, el cuerpo libera hormonas como la insulina y la gastrina que asisten en la descomposición y almacenaje de los nutrientes en varios sustratos, incluida la grasa corporal.
- El estado de ayuno: Este es el estado en el que el organismo quema las calorías (energía) que hemos consumido, incluida la grasa corporal. En este estado nos encontramos cuando sentimos hambre y las hormonas involucradas en este proceso son distintas de las del estado alimentado, destacándose el rol del glucagón.
Ambos estados son muy importantes y necesarios para mantenernos saludables. Sin embargo, muchas veces nos sobrealimentamos y no le permitimos al cuerpo llegar al estado de ayuno. Es desde esta óptica que sostenemos que tener hambre es algo positivo. Con el tiempo ha cobrado relevancia la teoría de alternar entre el estado alimentado y el estado de ayuno. Seguramente conozcas el ayuno intermitente, que se sostiene sobre el principio de que una vez que nos alimentamos, debemos dejar que el cuerpo nos indique que tiene hambre nuevamente antes de volver a comer. El ayuno intermitente, de hecho, indica que hay que dejar al sistema digestivo reposar entre 12 y 16 horas y concentrar el periodo de alimentación en el resto del tiempo. De esta forma, llegamos a utilizar las calorías de la ingesta anterior antes de incorporar nuevas.
Para entrar en el estado de ayuno, la comida debe haber sido absorbida y los niveles de azúcar deben haber regresado a lo normal. En términos de tiempo, no hay una regla general para marcar cuánto debe transcurrir entre comida y comida. Esto varía según los alimentos que se ingieren y el metabolismo de cada uno.
Volvamos al hambre como algo positivo. ¿Sabías que tener un poco de hambre puede elevar tu energía? Esto se remonta a nuestros antepasados cazadores y recolectores y cobra sentido desde la óptica de la supervivencia. Al tener hambre, liberamos una hormona llamada grelina que ha demostrado producir un efecto energizante, empujando a nuestros ancestros a salir a cazar o recolectar.
Por tanto, estamos diseñados para que el hambre funcione como un indicador positivo. El asunto es aprender a diferenciar el hambre de las ganas de comer por antojo, por aburrimiento, por ansiedad y más. A veces, al ver un alimento que suele producirnos placer, creemos que tenemos hambre cuando en realidad simplemente estamos antojados de ese estímulo. Sigue leyendo y descubrirás algunos puntos claves para aprender a leer a tu cuerpo y alimentarlo cuando lo necesita.
Consejos para que el hambre sea tu aliado
Cuando aprendes a escuchar las señales de tu cuerpo, vas entrenando a tu cerebro a detectar cuando realmente tienes hambre y necesitas comer y cuando simplemente estás queriendo pasar el tiempo.
Si comes sin hambre, ¿cómo sabes cuándo parar? Debes estar en sintonía con tu cuerpo para no sobrealimentarlo. Cuando tengas hambre y decidas comer, hazlo con tu atención plena. Intenta disfrutar de cada bocado, sentir cada sensación para poder comprender cuando es suficiente.
Un punto importante a tener en cuenta es que a veces confundimos hambre con deshidratación. Si sueles entrenar, puede que al finalizar sientas hambre. En realidad, la mayoría de las veces, lo que te falta es sodio (que perdemos al transpirar) por lo que sentimos la necesidad de ingerir sal o azúcar. Lo ideal es que bebas mucha agua o incluso jugos de frutas y vegetales para reponer energía. Así podrás distinguir cuánta hambre tienes realmente y comer solo lo que tu cuerpo necesita.
Es verdad que, después de entrenar, y mientras que los músculos que utilizamos se reparan, el cuerpo nos pide alimento para asistir en el proceso de recuperación. Cuanto más músculo tengas, más hambre sentirás. Lo ideal es buscar alimentos ricos en proteínas para saciar esta necesidad puntual.
Intenta organizar tus comidas durante el día de tal modo que dejes una ventana de tiempo en que tu organismo no esté ocupado en la digestión. Esto permite que se repare la pared intestinal, que se desencadenen procesos antiinflamatorios generales y que se equilibre la microbiota.
También es necesario que te acostumbres a la sensación de tener un poco de hambre, ya que significa que le estas permitiendo a tu cuerpo llegar al estado de necesidad de comida, y no estás comiendo por comer. Una vez que te sientas a disfrutar de un rico plato, intenta mantener tu atención en lo que estás haciendo. Lo ideal es comer sin pantallas ni distracciones.
Estar en sintonía con tu cuerpo es muy positivo y te ayudará a distinguir el verdadero hambre de las ganas de comer. Con el tiempo, también, podrás identificar mejor si te está pidiendo sodio, proteína, vitaminas y minerales, etc. Elige siempre alimentos saludables y mantente bien hidratado.