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Efectos del entrenamiento de alta intensidad en la calidad de vida de los pacientes y supervivientes de cáncer: una revisión sistemática con meta-análisis
La supervivencia al cáncer sigue aumentando, y los últimos datos indican que unos 16,9 millones de personas han sobrevivido al cáncer en Estados Unidos. Se prevé que esta cifra supere los 26 millones en 2040. En nuestro país la cifra actual de supervivientes supera el millón seiscientas mil personas. Además, en 2040, el 73% de los supervivientes de cáncer tendrán al menos 65 años, lo que sugiere una mayor carga de comorbilidad.
Sin embargo, existe un factor a tener en cuenta que tiene que ver con la recuperación y la supervivencia de los pacientes. El cáncer y las terapias asociadas pueden tener graves consecuencias, como los efectos secundarios relacionados con el tratamiento que disminuyen la calidad de vida relacionada con la salud (CVRS). La CVRS representa la percepción de la salud física, social, emocional y cognitiva actual de un individuo (dimensiones funcionales), junto con el bienestar individual y los síntomas del cáncer sufridos. La CVRS es una variable importante a tener en cuenta a la hora de tomar decisiones clínicas, y se correlaciona con el estado cardiorrespiratorio de los pacientes y la mortalidad específica por cáncer en diferentes tipos, como el de mama, pulmón, colon, o próstata.
Se ha demostrado que los efectos a corto y largo plazo de los tratamientos contra el cáncer comprometen la CVRS de los pacientes. Los efectos a corto plazo incluyen síntomas de fatiga, pérdida de peso, aumento de peso, sarcopenia y caquexia, náuseas/vómitos, dolor, pérdida de cabello, disnea, insomnio (alteración del sueño), estreñimiento y somnolencia.
Los efectos tardíos de la quimioterapia y la radioterapia suelen incluir cánceres secundarios y enfermedades cardiovasculares. Los efectos tardíos y a corto plazo varían en función del historial médico del paciente y de la exposición al tratamiento, y pueden afectar directamente a la salud física y mental del superviviente, que puede empeorar con el aumento de las comorbilidades que probablemente se produzcan con el envejecimiento. Por lo tanto, las capacidades funcionales de la CVRS de los pacientes con cáncer, que incluyen componentes físicos, emocionales, cognitivos, sociales y mentales, pueden verse afectadas negativamente durante y después del tratamiento, y esta experiencia negativa puede durar durante toda la supervivencia.
Gracias al trabajo de revisión “Efectos del entrenamiento de alta intensidad en la calidad de vida de los pacientes y supervivientes de cáncer: una revisión sistemática con meta-análisis”1, desarrollado por un grupo de investigadores de nuestro GO fit LAB, podemos reconocer el papel especialmente positivo del ejercicio físico. En este trabajo de revisión sistemática y meta-análisis se pretendía identificar el efecto específico del entrenamiento de alta intensidad (HIIT) en las dimensiones de la CVRS en pacientes y supervivientes de cáncer, y tras su publicación podemos confirmar que este tipo de entrenamiento mejora la calidad de vida global, la independencia funcional, las relaciones sociales, las funciones cognitivas, la fatiga, el dolor, la disnea, e incluso el insomnio, de los pacientes activos en comparación con los grupos de control de pacientes inactivos.
El entrenamiento de fuerza pareció ser fundamental para las mejoras en la salud global y el funcionamiento físico. No se encontraron diferencias significativas cuando se compararon los efectos del entrenamiento de alta intensidad con el ejercicio de intensidad baja a moderada. Se observaron mejoras en la CVRS durante el tratamiento del cáncer cuando el entrenamiento se realizó durante más de ocho semanas, con una frecuencia de 2 días/semana, y un volumen de al menos 120 min/semana con una duración del componente entrenamiento de alta intensidad en cada sesión de al menos 15 min.
Se ha demostrado que el ejercicio aumenta el funcionamiento físico de base, reduce los impedimentos relacionados con el tratamiento y ayuda al paciente a mantener la fuerza general durante el tratamiento. El ejercicio posterior al tratamiento puede ayudar al paciente a volver a la situación inicial y a reducir los efectos secundarios posteriores.
El meta-análisis subrayó el importante papel del entrenamiento de fuerza en la mejora de la salud global y la función física. Es probable que la incorporación del entrenamiento de fuerza en los programas de entrenamiento de alta intensidad aumente la función muscular, reduzca el riesgo de sarcopenia y el riesgo de mortalidad y de toxicidad del tratamiento. Esto se ha demostrado independientemente de la edad, el estadio del cáncer o el IMC2, y se explica en parte por una respuesta antiinflamatoria. Además, este tipo de entrenamiento puede regular las deficiencias del músculo esquelético y del tejido adiposo conocidas como caquexia.
Sin embargo, cabe señalar que las intervenciones que incluían el entrenamiento de fuerza presentaban tasas de adherencia más bajas en comparación con el ejercicio aeróbico, lo que se ha notificado también en estudios realizados en otros pacientes con enfermedades crónicas. La escasa adherencia también podría explicar por qué el funcionamiento social y emocional sólo aumentó significativamente en los programas con componente aeróbico, y no en las modalidades de ejercicio de fuerza.
Por otra parte, el cáncer y sus tratamientos asociados pueden causar graves efectos secundarios durante la terapia farmacológica, siendo el dolor y la fatiga los más comunes (el 70% de los pacientes con cáncer declaran sufrir fatiga relacionada con su enfermedad). La queja de la fatiga relacionada con el cáncer se asocia con una desregulación de la respuesta inmunitaria, la inflamación, el deterioro de la función metabólica y mitocondrial, el deterioro de la función neuroendocrina y los biomarcadores genéticos. Sin embargo, con el ejercicio, estos parámetros pueden mejorar. Para disminuir la fatiga, el entrenamiento de alta intensidad, así como otras modalidades de ejercicio, parece ser eficaz, posiblemente más que las terapias farmacológicas o psicológicas. Otros síntomas como el dolor, el insomnio y/o la disnea también parecen mejorar con el ejercicio y sin agravar los síntomas del cáncer, aunque falta terminar de investigarse3.
En definitiva, es posible que los programas de ejercicio deban ser de más de 8 semanas, con una frecuencia de HIIT de 2 veces/semana, y una duración total de al menos 120 min/semana, incluyendo un componente de HIIT de más al menos 15 min, para lograr el mayor efecto positivo en la CVRS. Sin embargo, como es el primer estudio de meta-análisis publicado en el mundo sobre los efectos del entrenamiento de alta intensidad en la CVRS de los pacientes y supervivientes de cáncer, van a ser necesarias nuevas investigaciones para confirmar parte de nuestras conclusiones y resultados.
Referencias:
1 LAVÍN-PÉREZ, A.M., COLLADO-MATEO, D., MAYO, X., LIGUORI, G., HUMPHREYS, L., COPELAND, R.J., JIMENEZ, A. Effects of high-intensity training on the quality of life of cancer patients and survivors: a systematic review with meta-analysis. Sci Rep 11, 15089 (2021). https://doi.org/10.1038/s41598-021-94476-y
2Caan, B. J. et al. Association of muscle and adiposity measured by computed tomography with survival in patients with nonmetastatic breast cancer. JAMA Oncol. 4, 798–804. (2018).
3Campbell, K. L. et al. Exercise guidelines for cancer survivors: Consensus statement from international multidisciplinary roundtable. Med. Sci. Sports Exerc. 51, 2375–2390 (2019).